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miércoles, 28 de noviembre de 2012

SUPERACIÓN

La capacidad de superación del ser humano es inconmensurable. Eso es lo que pienso siempre que veo cómo personas impedidas por alguna razón física, mental o algún inconveniente a priori insalvable, salen adelante y, aún más, hasta consiguen metas que el común de los mortales nunca conseguiremos. Lo cual me lleva a preguntarme si en realidad la capacidad no nos limita. No hay más que ver cada cuatro años los Juegos Paralímpicos para darnos cuenta de a dónde puede llegar la voluntad humana. El deporte, por lo que supone de esfuerzo y de autodominio, muestra muchos ejemplos de superación personal, pero los hay también en otros ámbitos.

Por si no estuviera ya convencida de esto, he tenido recientemente la oportunidad de ver la película Mi pie izquierdo (1989), basada en la autobiografía homónima de Christy Brown (1932-1981), pintor y escritor irlandés, víctima de una parálisis cerebral de nacimiento. La única parte del cuerpo que Chis puede controlar es su pie izquierdo, con el que demostrará a su familia primero, y después a todo el mundo, que es un ser humano, que puede aprender y expresarse, que no es un simple tullido inútil. En el Berlín de los años cuarenta, en el seno de una familia pobre, Chris es acarreado por sus hermanos y amigos en una carretilla de madera, arrinconado en los juegos, hacinado en su propia casa. Con ayuda de su madre -que ahorrará trabajosamente para conseguirle una silla de ruedas- y mucho amor propio, Christy logra superar los muchos obstáculos que se le presentan en el camino, hasta llegar a convertirse en un reconocido poeta, escritor y pintor en su país; totalmente autodidacta.

La magnífica interpretación de Daniel Day-Lewis -sin olvidar al actor que lo encarna de niño, Hugh O´Connor- da buena cuenta de la lucha de Christy Brown por conseguir sus sueños, más allá de las barreras sociales.

Así que deberíamos reflexionar sobre cómo nuestras manos, nuestras piernas, nuestra vista, nuestra habilidad... son solo herramientas para facilitarnos la vida. Pero la mente es la que nos hará avanzar hacia aquello que deseemos, porque ella es dueña de nuestro tesón y mueve nuestra voluntad.

"Llegar a ser lo que somos capaces de ser es el único fin de la vida."
(Robert Louis Stevenson)

CDR

martes, 27 de noviembre de 2012

EN VÍAS DE EXTINCIÓN

Ayer recibíamos la noticia de que el Premio Nacional de las Letras ha sido concedido este año al filólogo Francisco Rodríguez Adrados. Más que merecido este galardón, sin duda, para un lingüista cuyas aportaciones son reconocidas a nivel mundial, además de ser un defensor incansable de las Humanidades. Doctor en Filología Clásica, catedrático de Filología Griega, presidente de honor de la Sociedad Española de Estudios Clásicos y de la Sociedad Española de Lingüística, miembro de la Real Academia de la Lengua, traductor, director de diferentes revistas culturales, etc. Un currículum impresionante.

Pero lo que ha llamado poderosamente mi atención es la valoración del jurado sobre la obra científica del profesor Rodríguez Adrados, centrada en la Filología Griega, con valiosas incursiones en el campo de la Lingüística y, en particular, en el estudio del indoeuropeo y el sánscrito; teniendo en cuenta asimismo sus ensayos literarios sobre la tragedia, la fábula y otros géneros de origen helénico.

Y digo que me sorprende esto por el hecho de que en un país en cuyos planes de estudio cada vez encuentran menos espacio las lenguas clásicas y las optativas que con ellas tienen que ver -hasta el punto de estar en peligro su existencia-, es como mínimo curioso que se entregue el Premio Nacional de las Letras a un especialista en esta materia. ¿Será por la costumbre patria de distinguir algo una vez desaparecido o, en este caso, en vías de extinción?

Contra eso sigue luchando don Francisco, que continúa en activo a sus noventa años, participando en la campaña para que el ministro de educación retire el anteproyecto de ley para la reforma educativa que deja en el aire dichas asignaturas. En palabras suyas: "Sin las lenguas clásicas, el edificio se hunde." A ver si se entera el señor Wert.

CDR

lunes, 26 de noviembre de 2012

UNOS TANTO...

"La educación es la puerta a los demás derechos." (Katerina Tomasevski)
 
Eva es una chica afortunada, aunque ella todavía no lo sabe. No valora lo que tiene. A sus catorce años, da por hecho recibir la paga todas las semanas, conseguir los caprichos que quiere. Y por supuesto, odia el instituto. Le parece un supremo aburrimiento, va a clase cada día obligada y se fuga todas las horas que puede, las justas para no desencadenar una bronca demasiado fuerte en casa. Ahora ha encontrado la excusa perfecta y le argumenta a sus padres que la gente no para de hablar de crisis, de que no hay trabajo ni para los que estudian, de que no hay futuro. Si hasta vosotros mismos estáis asqueados de esta puta vida, se les encara. Su madre le recrimina su forma de hablar y su padre se hace el sordo, le dice que tiene que aprobar y ya está, discusión zanjada. No la deja seguir, no puede decirle que no le interesa estudiar, que ya se buscará la vida. 
 
Hoy Eva se ha levantado de mal humor, no le gusta madrugar, menos aún para ir a clase. Se encamina al instituto despacio, con desgana, si no fuera por el frío que hace en la calle sería capaz de quedarse dormida mientras camina, va pensando. A primera hora tiene tutoría, lo que faltaba, se le pasa por la cabeza no entrar, pero es casi final de mes y ya lleva acumuladas unas cuantas faltas. Últimamente su padre le está recortando la tarifa del móvil, eso no le interesa, entrará a ver qué cuenta el muermo de Gonzalo. Ella está acostumbrada a no hacer gran cosa en la hora de tutoría, hora de estudio la mayoría de veces, algunos cuestionarios, algunos debates, actividades con el ordenador. Pero este curso eso ha cambiado, su tutor se curra las sesiones, la verdad, les pone videos, los hace que opinen e intenta que piensen por ellos mismos, bueno, eso dice él, como no están acostumbrados, los alumnos pasan. No le ha tocado un buen curso al pobre hombre. Con todo este galimatías en la cabeza llega Eva al instituto y allí se demora en la puerta con sus amigos, ha oído el timbre de lejos por el camino, pero ninguno tiene prisa por entrar.
 
Al fin entra Eva en clase porque si no el profesor la mandará a jefatura y eso será peor que no haber aparecido. Buenos días, dice Gonzalo, elevando la voz sobre el jaleo que hay formado en el aula. Nadie le contesta, él insiste hasta que alguno ya por no oírlo más le responde indiferente. Gonzalo pasa lista y comienza a explicarles en qué va a consistir la tutoría de hoy. Van a hablar sobre el derecho a la educación. ¡Menudo rollo! El profesor les lanza unas preguntas que deben contestar, respetando el turno de palabra, de forma sincera. Pero nadie levanta la mano, como siempre. Gonzalo tiene que azuzar mucho el ánimo de sus alumnos para sacarles alguna opinión, ni digamos para que ésta sea razonada. Vosotros no queréis estudiar, prosigue el tutor, creéis que estáis perdiendo el tiempo, no entendéis que la educación es la única salida posible en la vida, para ser lo que quiera que deseéis ser. Y tras algunas escasas intervenciones, en voz casi inaudible, forzadas, Gonzalo pone el video que cambiará la concepción de Eva sobre las cosas.
 
Mientras se ven las imágenes de unos niños metiéndose en un río, Gonzalo les va explicando que en Vietnam hay niños que tienen que arriesgar su vida cruzando un caudaloso río para poder asistir a la escuela, que está en la otra orilla. En un primer plano aparece entonces una niña llamada Amina que pasa mucho miedo cada día porque en ese río había perdido a dos amigas, arrastradas por la corriente. Los chicos se quitan la ropa y la meten en una bolsa de plástico, junto a sus libros, y se lanzan a unas aguas cuya profundidad, dependiendo del día, podía llegar hasta a los tres metros. Luego tendrán que volver a casa, claro, por el mismo camino. Un simple puente solucionaría la situación, pero hay países en que no se atiende a las necesidades, ni siquiera de los niños, atentando claramente contra sus derechos fundamentales. Y de ahí pasa Gonzalo a recordarles la historia de Malala, la chica pakistaní a quien los talibanes habían disparado por su lucha para que las niñas pudieran estudiar, lo comentaron en clase. Y quizá ese hecho fuera mucho más impactante que lo del río, pero es justo eso lo que ha removido las entrañas de Eva. Ella no solía prestar atención a esas cosas, había tanta violencia cada día en la tele, le quedaba lejano, ajeno. Pero hoy no, hoy algo ha cambiado en su interior. Por eso contesta con interés a las preguntas del cuestionario que después del video les pasa Gonzalo. Siempre acababan teniendo que escribir su parecer e impresiones sobre la sesión de tutoría, ponerlo por escrito era más fácil que hablar allí delante de todos en voz alta.
 
Cuando Eva salió del instituto no se quedó hablando con sus amigos, sino que se puso a caminar rápidamente hacia casa. Iba pensando que sus malditas hormonas le habían jugado una mala pasada, estaba sensiblera, si casi se pone a llorar viendo a Amina y a los otros niños. Puede que fuera eso o que había madurado un poco. Lo cierto es que a partir de ese día se sintió afortunada por poder estudiar, por tener libre acceso a los libros, a la información, por contar con un techo bajo el que dormir, unos padres que se preocupaban de ella... tantas cosas. No fue un cambio radical, no dejó Eva de vivir riñas en casa, de dejarse llevar por su egoísmo adolescente muchas veces, de estudiar el último día algunos exámenes, todo lo propio de su edad. Pero sí empezó a mirar el mundo con otros ojos. Sus notas mejoraron. Y hasta decidió por esos días qué quería ser de mayor. Tendría que ver con ayudar a los demás.
 
CDR

domingo, 25 de noviembre de 2012

NADA SUCEDE DOS VECES


La vida es una aventura con fecha de caducidad. Eso pensaba Wislawa Szymborska (1923-2012), que nos dejó el pasado febrero. Una poetisa de vocación que trabajaba duro en cada poema, a pesar de la facilidad aparente de su lectura. Sin palabras grandilocuentes y sin abstracciones, la poesía de Szymborska es fresca, esencial, llena de amor en su más amplio sentido de la palabra. Mezcla de  tragedia y humor, de sueño y realidad, de vida y muerte, una lírica inolvidable. Fue merecedora de numerosos reconocimientos, entre ellos el Nobel de Literatura en 1996. No se limitó a la poesía, sino que escribió también ensayos, narrativa, y trabajó como columnista y traductora, además de crear interesantes collages que le servían de descanso a su agotadora labor de escritora. Desde que su familia emigró de Polonia y se instaló en Cracovia, cuando ella tenía ocho años, permaneció allí. Pero ha llegado a todos nosotros a través de sus poemas que, afortunadamente, están íntegramente traducidos al español. Algunas de sus obras son Apelación al Yeti (1957), En el puente (1986) o De la muerte sin exagerar (1996).
Este último título puede darnos la clave de su forma de ser. La muerte entendida como una consecuencia de la vida, sin dramatizar. Fumadora incorregible hasta los últimos días, se tomaba la vida con optimismo. Ella se ha ido, mas siempre nos quedará el alma de su poesía.

Unos versos suyos como homenaje, para despedirla. Una enseñanza póstuma: En esta escuela del mundo / ni siendo malos alumnos / repetiremos un año / un invierno, un verano.

CDR

sábado, 24 de noviembre de 2012

¡MENUDO BELÉN!

Se va acercando la Navidad y en muchos hogares empiezan a desempolvarse las figuritas para montar el belén. Este año el acontecimiento familiar y entrañable, tradicional de colocar el nacimiento viene precedido por la polémica desatada a raíz de la publicación de "La infancia de Jesús". Este libro, escrito por el Papa Benedicto XVI, forma parte de una trilogía dedicada a la figura de Cristo, y seguramente tendrá un profundo sentido religioso y un gran rigor histórico, basado en la interpretación de los Evangelios de Lucas y Mateo. Sin embargo, la noticia que ha saltado a los titulares estos días es la de que Ratzinger afirma que no había mula ni buey en el establo donde nació Jesús.

Y ya se ha montado el lío. Porque esto conlleva toda una serie de frivolidades sobre el tema, hablando de ERES en el belén, mulas y bueyes en huelga, divagando sobre el problema de dejar a la Virgen, San José y el Niño, en la fría noche de diciembre, sin el calor animal del buey y la mula.

Lo que es indiscutible, según el Papa, es la virginidad de María y de su santísima concepción, sería el colmo que se viniera abajo ese misterio cristiano. La estrella que guió a los sabios de Oriente -también puestos en duda- era en realidad una supernova que se produjo en aquella bendita fecha. Pero fehacientemente se afirma la imposibilidad de los pobres animales. Básicamente, este es el resumen que circula sobre la obra del teólogo alemán, de apenas 176 páginas, recientemente publicada.

Hasta los catalanes están ahora preocupados por la veracidad histórica de su caganer, ¿estaría el tipo en tales menesteres justo en ese lugar, ese día y a esa hora? Todos los belenistas españoles, en general, están cabreados por los trastornos que estas afirmaciones papales pueden suponer.

Y yo me pregunto, ¿es que a alguien le importa si el belén se ajusta a la realidad histórica? Cada año, en cada representación del nacimiento se incorporan novedades, ya sea en las figuras, en el decorado, en el sistema de agua, en el colorido... ¿Va a cambiar este año eso en cada casa, en cada pueblo que expone su belén en la plaza para el concurso regional?

También es casi seguro que la fecha del nacimiento de Jesús no coincide con el 25 de diciembre, ¿vamos por ello a cambiar la celebración de la Navidad?

Supongo que todo esto va de echarle un poco de humor al asunto porque, con la que está cayendo, me parece increíble que se forme este belén.

CDR

viernes, 23 de noviembre de 2012

MUJERES: BAILARINA POCO COMÚN

Se sale de lo común una mujer que desde niña asumió la danza a través del ritmo de las olas del mar a cuyas orillas nació. Tan claro lo tenía Isadora Duncan (1878-1927) que a los diez años abandonó la escuela para dedicarse a su pasión, a los diecisiete se trasladó a Nueva York y se incorporó a la compañía de Agustin Daly.

Considerada por muchos como creadora de la danza moderna, Angela Isadora Duncan creció en un hogar dividido, pues el padre los abandonó muy temprano, dejando a la familia en una difícil situación económica. Este hecho propició el alejamiento religioso de Isadora, que siempre se confesó "atea convencida", aunque en principio en su casa se profesaba la fe católica. Con su hermana mayor, Isadora se puso a impartir clases de danza a los niños del barrio, mientras la madre daba lecciones de piano para poder sustentarse. En sus ratos libres, la niña jugaba sola en la playa e imitaba con sus manos los movimientos de las olas, lo cual sería el germen de su peculiar estilo. Estudió danza clásica en Chicago, de donde se trasladó a Nueva York, tras un incendio y la pérdida de todas las posesiones familiares. Al empresario Daly no le convencieron las innovaciones que Isadora proponía continuamente para interpretar poemas de forma plástica por medio de la danza. Como no se sentía feliz,  en una época en que la mayoría deseaba emigrar a Estados Unidos, Isadora convence a su madre y a su hermana para marcharse a Europa y así, en 1900, las tres mujeres se instalan en Londres.

Isadora fue una mujer inquieta y autodidacta. En estos años londinenses pasaba muchas horas en el Museo Británico, fascinada por las expresiones artísticas que veía en las ilustraciones de los jarrones griegos. En continua formación, leía mucho y ensayaba nuevas danzas para dar cauce coreográfico al arte, la Duncan comenzó a dar una serie de recitales, basados en la danza de la Antigüedad Clásica, en la capital británica que entusiasmaron al público. Pronto empezó a cosechar éxitos. La crítica del momento la ensalzaba reconociendo la frescura de su baile, en contra de la elaboración y artificiosidad a la que estaban acostumbrados. Efectivamente, para Isadora Duncan la danza debía ser una prolongación de los movimientos naturales del cuerpo, consideraba forzados y antinaturales los de los bailarines clásicos, y se negaba a constreñir sus pies en unas zapatillas de baile. La Duncan bailaba descalza, con una simple túnica de seda cubriendo su cuerpo, como si fuese una diosa pagana en uno de sus rituales. Transportada por el ritmo, expresaba su amor a la naturaleza y a la vida, como las nubes, el mar o las copas de los árboles se mecen con el viento. Se puede decir, en fin, que su método coreográfico era como una filosofía que se basaba en el convencimiento de que la danza ponía en contacto al individuo con la armonía de la naturaleza y del universo.

Desde este momento, la bailarina fue reclamada por todos los teatros europeos. Entró en contacto con el París de Rodin y de Bourdelle y con el Renacimiento italiano de Botticelli -cuya influencia será muy manifiesta posteriormente-. En 1902 por fin consiguió realizar el viaje de sus sueños, visitando Grecia, peregrinando a las fuentes del arte occidental. Incluso empezó a construir un templo dedicado a la danza en una colina cerca de Atenas, pero hubo de abandonar la empresa por falta de ingresos. En 1905, Isadora Duncan visitó San Petersburgo y fue invitada por la célebre diva rusa Anna Pavlova a visitar su estudio y a asistir a sus ensayos. Admirada contempló la norteamericana durante horas la estricta gimnasia que realizaba Pavlova, como si su cuerpo fuese de acero elástico, algo muy alejado de su propia concepción de la danza.

Conocida como "la ninfa", Isadora Duncan vivió rodeada de intelectuales y todo tipo de artistas, extasiados ante su belleza y su poder de seducción. La leyenda no tardó en comenzar y se empezó a hablar de una especie de maleficio que se abatía sobre aquellas personas a quienes amaba o la amaban. Así ocurrió con el polaco Ivan Miroski, consumido por unas fiebres poco después de separarse de Isadora. Además, siempre rodeaban sus relaciones extraños percances o desapariciones. E incluso la desgracia se cebó con sus propios hijos, cuando en 1913 se mataron en un accidente de coche. Muchas veces pensó la extraordinaria bailarina en quitarse la vida, sobre todo tras esta terrible pérdida, pero la disuadía la idea de que los niños de su escuela -fundada en 1904- la necesitaban.

Isadora simpatizó con la revolución social y política de la Unión Soviética y se instaló en Moscú a principios de los años veinte, afincamiento que duró poco. Siguieron los romances en esta época. Uno de los más sonados fue su matrimonio con el poeta ruso Serguéi Esenin, diecisiete años más joven que ella, locamente enamorado. Sin embargo, una crisis creativa lo llevó a una profunda apatía que sacó lo peor de él, volviéndose violento y alcohólico. En 1924 la pareja se divorció y el poeta se suicidó al año siguiente. Ella ya había abandonado la Unión Soviética, no sólo por su fracaso sentimental sino también porque las promesas del gobierno respecto a su trabajo -proyecto de una academia de Danza Futura- se vieron imposibilitadas por la negativa de algunos dirigentes, en un momento en que ya se empezaban a mostrar los primeros síntomas del sistema comunista soviético.

Cuando regresó a Europa, tampoco fueron ya bien acogidos sus proyectos, pues eran conocidas sus manifestaciones ateas, su actitud favorable a la revolución rusa, su práctica del amor libre, argumentos todos ellos que ponían en contra suya a la opinión pública occidental. Sus últimos recitales resultaron una profunda decepción, las salas la recibieron semivacías, frías, el público había comenzado a fallarle.

Sin duda, una vida tan poco común como la concepción de su arte: Isadora Duncan eligió ser madre soltera a principios del siglo XX, mantuvo relaciones sin complejos tanto con hombres como con mujeres, creó una nueva forma de danza alejada de las concepciones canónicas del momento y, finalmente, su trágica muerte -estrangulada por su propio chal en un accidente de tráfico, en el automóvil de un joven y guapo mecánico italiano- contribuyó a engrandecer la leyenda en torno a esta singular mujer.

CDR

jueves, 22 de noviembre de 2012

DÍA DE...

Como tenemos 365 días en el año, da para alojar numerosos motivos que marcan nuestro calendario. Aunque no nos enteremos de la mayoría de ellos, cada día es el día de... algo. Dígase la lepra, la no violencia, el cáncer, el trasplante, el riñón, la espina bífida, la voz, las familias, la mujer, el niño, la alimentación, los sin techo, la solidaridad con el pueblo palestino, África, etc.

Todas estas causas y otras muchas que se conmemoran son sin duda justas y dignas de tener un día a ellas dedicado. La lástima es que este hecho habla de la cantidad de problemas que quedan por resolver, la cantidad de colectivos que quedan por atender, la cantidad de cosas, en fin, que faltan por recordar en nuestra sociedad.

Qué maravilloso sería que todos los días fueran iguales, para todos los habitantes del mundo, sin importar su color de piel, su estatus social, su edad, su trabajo, su país, que todas las enfermedades se considerasen importantes, que todos los valores prevalecieran sobre las cosas inútiles y mezquinas...

Sería estupendo que no tuviésemos que recordar hoy la importancia del agua, mañana los derechos humanos, dentro de tres días a los inmigrantes y después el dolor, la solidaridad o al donante de sangre.

En nuestra ajetreada vida necesitamos que nos mencionen continuamente qué cosas son importantes. Porque si no, sumidos en nuestros problemas, somos ajenos por completo a aquello que no nos afecta.

¿Estoy, por tanto, en contra de los días de...? En realidad creo que sí. Pues tanto esos días empalagosos, comerciales, imitados, que detesto, como aquellos más cabales y justificados, parecen pequeñas gotas dosificadas de una medicina para hacernos inmunes a los grandes asuntos de este mundo actual nuestro. Los primeros porque embotan nuestro entendimiento haciéndonos creer que debemos comprar cosas, disfrazarnos, comer esto o lo otro. Los segundos, porque oímos en el noticiario "hoy es el día internacional para la tolerancia", por ejemplo, y acallamos nuestra conciencia con la música de fondo de la presentadora explicándolo en el breve tiempo de una cuña periodística. Mañana, será el día de otra cosa.

CDR  

miércoles, 21 de noviembre de 2012

CRISTALES DE COLORES

A veces veo la vida a través de un cristal color de rosa. Entonces todo parece fácil, el lado bueno de las cosas se muestra evidente y cercano, el camino parece accesible y mullido como una alfombra de terciopelo. Los inconvenientes se difuminan tiñendo mi alrededor de cálidos colores. Nada se me antoja imposible cuando tengo los ojos de vidrio rosado.

Mas, sin saber cómo, otros días el cristal de mi visión se torna oscuro, con tintes grises que cubren de sombras mis buenos presagios. Lo mismo que ayer resultaba sencillo y cómodo, hoy supone un escollo elevado. No sale el sol en estos días aunque no haya nubes cubriendo el cielo, pues los nimbos de la mente descargan siempre aunque afuera no llueva.

Si anhelo tener esperanza, me aferro al cristal verde de la vida. Aquel que presenta armonía y equilibrio, color de la naturaleza, de un espeso bosque verdecido. Necesito tranquilidad, olvidarme de todo y salir de la negrura de mis pensamientos. No es el color de los hospitales, es el tono del bienestar, la medicina espiritual para un ánimo dolorido. Crecer y expandirse significa el verde para mí.

Quizá debería probar otros cristales, a mirar el mundo por un vidrio azulado, intentar la frescura del cielo y del mar, sentir cómo fluye la inspiración desde las alturas o las profundidades. Azul dicen que es frío, también es el color de los amigos. Y el amarillo, pigmento olvidado, quisiera por él observar e impregnarme de su energía y creatividad. Ácido como los limones, atractivo, alegre y juvenil, no vendría mal un cristal gualdo para la vida.

O tal vez prefiera que un arcoíris cubra mis pupilas, cristales de colores que me impidan ver la maldad, pintar el egoísmo, maquillar la envidia, la cobardía, la intolerancia, la terquedad.

Cuesta cambiar el prisma del cristal con que se mira, depende de la situación, de la realidad que nos cobija, pero hay que afanarse por ampliar la gama de nuestra paleta de colores. Al menos yo no quiero ver en blanco y negro.



¡Cómo pinta el deseo los colores del iris en las nieblas de la vida!
(R. Tagore)







CDR





martes, 20 de noviembre de 2012

PALABRAS ENCENDIDAS (VI)

Hemos dejado pasar un tiempo para que el calor se fuese definitivamente y proseguir nuestro recorrido erótico-literario con temperaturas más agradables. No vendrá mal en estos días frescos y otoñales atemperar nuestro ánimo con las magníficas perlas que nos quedan aún por descubrir.

Retomamos el camino con el barón de Montesquieu (1689-1755), autor de las Cartas persas. Aunque tradicionalmente estas epístolas han sido consideradas una sátira política contra la Francia de la época, no es menos cierto que en ellas también se hace una reflexión sobre el estado de la mujer y su arraigado sometimiento al hombre. Anticipándose a los movimientos feministas de liberación de los siglos XIX y XX, Montesquieu toma partido por la libertad de la mujer. Su reivindicación de paridad entre el hombre y la mujer pasa por algo que resultaba sumamente escandaloso en la época, la igualdad sexual. Desde el punto de vista erótico, que aquí nos interesa, las Cartas persas manifiestan el influjo orientalista que por estos años inundaba Europa. Era reciente la traducción de Galland de Las mil y una noches y de ahí se asimilaban la sensualidad, el refinamiento y la voluptuosidad.
Usbek viaja a París dejando el serrallo en Ispahan al cuidado de su primer eunuco. El desarrollo de la acción se produce a través de las cartas que Usbek intercambia con diferentes personajes. Algunos pasajes morbosos de la obra de Montesquieu pasan por la cuestión sexual de los eunucos o los secretos del harén, pero quizá la historia más seductora es la que narra una cortesana  sobre el gobierno de un serrallo por el tiránico Ibrahin, que apuñala a Anais, una de sus concubinas. Antes del sangriento desenlace: "Tantos placeres solamente eran preludio de otros placeres más inefables. Lleváronla a su aposento, y habiéndola segunda vez desnudado, la metieron en una soberbia cama, donde la recibieron en sus brazos dos hombres de una hermosura sin par. Entonces sí que se embriagó en deleites que se dejaron muy atrás hasta sus más vivos deseos. Estoy fuera de mí, les decía, y creería que iba a morir si no estuviera cierta de mi inmortalidad. Ya es demasiado; dejadme, que no puedo bastar a la vehemencia de mis placeres." (El éxtasis en el paraíso).

Proseguimos con el caso de Pamela o La virtud recompensada, cuyo título no parece tener nada que ver con el erotismo. Sin embargo, en esta obra de Samuel Richardson (1689-1761) la protagonista, Pamela Andrews, pone tanto empeño en defender su inocencia que, paradójicamente, comienza a mostrarse ante el lector de un modo indecente, pues finalmente no es más que una hábil maquinadora cuyo propósito es encelar al conde de Belfart. Incluso finge el casamiento con uno de los criados del conde para enardecerlo. Su puritanismo inicial se va revelando como una estratagema. Además, la novela contiene un fondo de literatura gótica que refuerza su erotismo. Publicada en 1714, Pamela influyó decisivamente en la literatura amorosa posterior.

Por otra parte, en el Cándido de Voltaire (1694-1778) el erotismo se mezcla con la ciencia y la filosofía de la época de una forma excepcional. Encontramos pasajes en que se alude a lo sexual a través del humanismo, impregnado del inevitable humor del trasunto, pero también existen momentos en que el erotismo volteriano cobra tintes amargos, desprendiendo una crítica a la perversión humana. Para Voltaire no existe el amor puro, hay algo de suciedad rabelesiana en el erotismo que recorre su obra. La unión amorosa se produce siempre por una lascivia desenfrenada o por efecto del dinero. Y ni siquiera el inocente Cándido está libre de tal lacra. Un ejemplo de la visión más amable y humorística: "Se encontró con Cándido al volver al castillo, y se sonrojó; Cándido también se sonrojó; le dio los buenos días con voz entrecortada, y Cándido le habló sin saber lo que decía. Al día siguiente, después de cenar, al levantarse todos de la mesa, Cunegunda y Cándido se encontraron detrás de un biombo; Cunegunda dejó caer el pañuelo, Cándido lo recogió; le cogió inocentemente la mano; el joven besó inocentemente la mano de la joven con presteza, una sensibilidad, una gracia particular; sus bocas se encontraron, sus ojos se inflamaron, sus rodillas temblaron, sus manos se perdieron." (El aprendizaje de Cunegunda).

En el siglo XVIII, como vemos, el erotismo tiene una rama libertina y otra filosófica o analítica. Henry Fielding (1707-1754), con su Tom Jones, es representante de la segunda corriente: no le interesa el vicio, sino las pasiones humanas que conducen a él. Aunque el novelista hace gala de un casto pudor en su obra, al querer detallar al máximo los movimientos del alma humana, no le queda más remedio que adentrarse en lo escabroso, si bien lo hace de una manera circunstancial y un tanto elíptica. Los personajes principales de esta novela forman parte de una densa atmósfera erótica: Tom Jones, un expósito que ha crecido en compañía de Blifil, el sobrino y legítimo heredero de Mr. Allworthy, su tutor. Blifil se promete con Sophia, hija del rico hacendado Mr. Western, pero esta se halla enamorada de Tom y huye para no tener que casarse con su prometido. Sophia se refugia en casa de su prima lady Bellaston, con la que Tom ha tenido una aventura y que, celosa, trata de frustrar el amor entre ambos. En el siguiente pasaje vemos cómo lady Bellaston manipula a uno de los pretendientes de Sophia para que la viole y así, perdida su honra, tenga que casarse con él y no pueda estar con Tom: "La siguiente noche, a las siete, fue la decidida para estos funestos designios, ocupándose en que Sophia se encontrase sola y que el lord fuese introducido a su presencia. La mayor parte de los sirvientes, por diversos pretextos, fueron enviados fuera de la casa, y de la señora Honour, que para evitar recelos había de consentir en que permaneciese junto a su señora hasta que llegase el lord, se ocuparía la propia lady Bellaston, entreteniéndola en una estancia, lo más alejada posible del lugar en el que el meditado desaguisado había de tener lugar, y a donde la voz de Sophia no podía llegar."

Llegamos, por último, a Los dijes indiscretos, de Denis Diderot (1713-1784), una deliciosa obra llena de lucidez, humor y erotismo, claro. El punto de partida de esta original obra es el cuento fantástico, si bien el autor subvierte su pretendido sentido didáctico. Mangogul, el sultán del Congo, convoca al genio Cucufa para combatir el aburrimiento y este le entrega un anillo de plata que hace hablar los dijes de las mujeres. Diderot juega -y así se aprecia en la genial traducción de Juan Furió, 1911- con el doble sentido de la palabra "dije", como joya y como forma verbal de decir. Mangogul no tarda en hacer funcionar el anillo, de modo que las mujeres pronto comienzan a revelar sus secretos. El gran acierto de Diderot es despertar una sensual hilaridad en el lector por medio de la delicadeza y el respeto con que trata el tema. Aunque La religiosa es considerada la obra más provocativa de este autor, no cabe duda de que la que nos ocupa la supera por su fantasía, su humor y su desbordante sensualidad. Veamos un ejemplo: "El sultán aprovechó la ocasión para conocer algunas particularidades de la vida de aquellas jóvenes. Su anillo interrogó al dije de una reclusa llamada Cleantis, el cual, aunque virginal, confesó dos jardineros, un bramín y tres caballeros; contando además cómo gracias a cierta medicina y a dos sangrías, había logrado evitar el escándalo. Zefirina confesó por el órgano de su dije que debía a un mandadero de la casa el honroso título de madre. Mas lo que extrañó al sultán fue que, no obstante expresarse aquellos dijes secuestrados en los términos más indecentes, las vírgenes a quienes pertenecían los escuchaban sin ruborizarse, lo cual le hizo pensar que si en tales retiros faltaba el ejercicio, abundaba en cambio la especulación."

Quedamos así a la espera de la próxima entrega, avanzando en el XVIII, que no por siglo ilustrado, exento de erotismo.

CDR 

lunes, 19 de noviembre de 2012

LA EXTRAÑA PAREJA

De larga y acreditada tradición es el trato que mantienen cine y literatura, literatura y cine. Difícil explicar si una influye más en otro, o viceversa. Polémico tema sobre el que habría mucho que hablar. Es indudable la existencia de trasvases culturales –de la poesía a la escultura, de la pintura a la poesía, de la música a la novela… y, por supuesto, de la literatura al cine‒, creando una verdadera telaraña de influencias artísticas.

Todos conocemos las versiones cinematográficas de El tercer hombre, El nombre de la rosa, Tirano Banderas o El gran Gatsby, por nombrar solo algunas. Y, ¿conocen películas basadas en relatos cortos? También las hay, adaptaciones de historias de Agatha Christie, Stephen King, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe.

Pues para ahondar en este extraordinario mundo, les recomiendo un libro delicioso, Cuentos de cine (Asociación Cultural Mucho Cuento, 2010). Como una pequeña joya, en él encontrarán cuentos inspirados en películas. Si el relato, en su brevedad, debe obtener una perfecta conjunción entre la palabra y la imagen que evoca, estos dieciocho la consiguen. Desde el homenaje al reconocido guionista Rafael Azcona, en La llamada, a propósito de la película Ana y los lobos, hasta Los Goonies en el planeta desconocido, recordando aquel filme ochentero que marcó la adolescencia de una generación, esta acertada antología viene a confirmar esa fascinante relación entre ambos géneros, dispares, pero que, al fin, buscan transmitir sentimientos y mover emociones.

CDR

viernes, 16 de noviembre de 2012

DE VIAJE

Los viajes siempre son algo emocionante. Te sacan de la rutina diaria, llenos de expectativas, dispuestos a aportar nuevas vivencias.

Preparar un viaje, aunque sea de pocos días, conlleva un verdadero un ritual; ahí comienza todo. Pensar qué llevarás y qué no puedes permitirte llevar, organizar, planear, imaginar. Además, los días previos nos dedicamos a consultar el pronóstico del tiempo cada media hora, sobre todo si se prevee adverso, por si acaso hay cambios que nos beneficien. Si no, finalmente echamos el paraguas a la maleta y nos hacemos a la idea de que un chaparrón no aguará nuestra ilusión.

En general, no viajamos tanto como quisiéramos, pero conservamos el espíritu viajero intacto, a la espera de la ocasión.

Como dijo Jardiel Poncela: "Viajar es imprescindible y la sed de viaje, un síntoma neto de inteligencia."

Por eso, viajar siempre que sea posible. Es otra fuente de enriquecimiento.

CDR

jueves, 15 de noviembre de 2012

EL ESFUERZO

Hoy he tenido oportunidad de escuchar en la radio una entrevista con la doctora Mara Dierssen, neurobióloga cántabra de padre alemán. No tenía ni idea de su existencia, por supuesto, y la neurociencia no es uno de mis temas favoritos, ni siquiera poseo la más mínima noción sobre el mismo. Sin embargo, esta mujer, que está acostumbrada a trabajar en los laboratorios, ha demostrado un gran don de palabra, así como una magnífica capacidad divulgativa.

Sus investigaciones neuronales enfocadas a las personas con síndrome de Down revelan que el cerebro es un músculo plástico, sujeto a cambios y que puede ampliar su capacidad intelectual con los incentivos y estímulos necesarios. De tal manera que los afectados por este síndrome pueden integrarse en la sociedad y relacionarse normalmente. La clave está en el esfuerzo, en el aprendizaje continuo, en hacerlos partícipes. Invalidadas quedan estrategias como el aislamiento, ya que estos cerebros, que según la doctora simplemente tienen un sistema de frenado muy potente que les impide avanzar con normalidad, pueden expandirse y crecer.

Pero las neuronas funcionan igual en todos los cerebros y, según Dierssen, en la sociedad actual corremos el riesgo de que la falta de entrenamiento mental nos pase factura en el futuro. El uso abusivo de las nuevas tecnologías, permanecer horas delante del televisor... derivará en un mayor número de casos de demencia senil y alzhéimer. Afirma la doctora que lo que no nos cuesta esfuerzo no deja huella en nuestro cerebro y, por tanto, no nos supone un aprendizaje. El ejemplo que ha puesto, por cierto, me ha entusiasmado, pues en un tiempo en que el latín pende de un hilo en la enseñanza pública, esta mujer de ciencias ha explicado que la disciplina que requiere aprender esa lengua, con su sistema de declinaciones, es un aprendizaje maravilloso y un enriquecimiento de por vida para los adolescentes.

Me parecía estar escuchándome explicándoles a mis alumnos para qué puede servirles la sintaxis, pongamos por caso, en esta realidad tecnológica, vibrante y práctica. Para ordenar vuestros esquemas mentales, para que asimiléis la estructura de la lengua y eso os ayude a comprender lo que leéis, a mejorar vuestra expresión. Recordaba las numerosas ocasiones en que he intentado persuadirles para que dieran su opinión crítica sobre un tema, motivarles a que no recurran siempre a la ley del mínimo esfuerzo.

Cuando conseguimos algo con trabajo, decimos qué suerte, y es al contrario, asevera la investigadora. Desde el punto de vista neurológico, el aprendizaje es lo que te permite avanzar, el esfuerzo es lo que mantiene activo nuestro cerebro.

Mara Dierssen ha grabado un disco con algunos colegas para poder seguir financiando sus iniciativas con los beneficios. Ella se lo toma con humor, pero es una verdadera pena que un país que pretende progresar deje de invertir en investigación.

CDR

miércoles, 14 de noviembre de 2012

FANTASMAS

El mismo olor de siempre al despertar. La misma hora de costumbre. Un sobresalto y, como cada noche, a las cuatro de la madrugada, Lola salía del sueño para vagar por la casa. Se levantaba y por el pasillo sentía un frío helador que se le metía en los huesos. Iba al baño sin encender la luz, el vello se le erizaba como si una corriente eléctrica le recorriese la columna vertebral. Casi se había acostumbrado y no le daba importancia, aunque hubiese sido realmente inquietante para cualquiera. Cariño, sé que eres tú y no me asustas. Por más que lo intentes cada día. Lo decía con una firmeza que no sentía. Lola veía su tenue reflejo en el espejo de la entrada e imaginaba a su espalda una presencia incorpórea, aunque tan tangible y real que a veces podía notar su respiración en la nuca. Alardeaba para sí misma de su indiferencia, pero lo cierto era que, una vez se despertaba, Lola permanecía insomne, dando vueltas de habitación en habitación, y que en el fondo estaba intranquila, presa de un miedo impreciso, latente, casi irracional. Quizá hubiera sido lógico que encendiese la luz, la claridad diluye los temores y ahuyenta las sombras. Pero parecía que Lola no actuaba conscientemente. Seguía caminando pasillo arriba y abajo, frotándose los brazos, con la mirada perdida, murmurando no tengo miedo, no tengo miedo. Poco a poco iba perdiendo la determinación inicial. Hasta que, sin saber por qué, decidía sentarse en el sofá del salón, se acurrucaba cogiéndose las rodillas, luego se dejaba caer a un lado y así finalmente se quedaba dormida, ya al amanecer, cada día.
 
Cuando los primeros rayos de sol se filtraban por las rendijas de las persianas no bajadas del todo, Lola se despertó, como cada mañana. No se extrañó al encontrarse en el sillón. Incluso se levantó con total normalidad y se dispuso a arreglarse. Era jueves y tenía cita con el doctor Andrew. Se sentía cansada, con esa debilidad que no la abandonaba, que la había obligado a pedir una baja en el trabajo, fruto de su depresión, eso dijo el médico. Desde que Mario había fallecido, su vida había dado un brusco vuelco. En realidad, desde que había descubierto que Mario la engañaba nada había vuelto a ser igual. Y luego el accidente, Mario electrocutado en la bañera -ella le avisaba continuamente sobre el peligro de poner la estufa en la repisa-, el penetrante olor que tanto había costado de quitar de la casa. Definitivamente, había que ser muy fuerte para que ese cúmulo de infortunios no te afectase. En todo ello iba pensando Lola mientras caminaba por la calle de camino a la consulta. No debía avergonzarse de ir al psiquiatra, en esta época eso ya no era indicativo de estar mal de la cabeza, simplemente necesitaba un poco de ayuda para ordenar y rehacer su vida, eso dijo su madre. De forma maquinal, llamó al timbre, subió al primer piso, saludó a la auxiliar, se dirigió hacia el despacho, saludó al doctor, que se levantó a recibirla, dándole la mano y un toquecito en el hombro, se echó en el diván de polipiel. ¿Cómo se encuentra, Lola? ¿Ha mejorado su sueño en la última semana? Sí, doctor, ya duermo de un tirón. Entonces, si ya no se despierta en mitad de la noche, es que el tratamiento surte su efecto, ¿eh, Lola? Y tiene usted suerte porque le indiqué la dosis mínima. Sí, doctor, me encuentro mucho mejor. Gracias. Ahora tendremos que trabajar su ánimo. Como vengo diciéndole, es normal este estado después de una tragedia como la suya, es necesario un periodo de... Lola desconectaba, como siempre. Fijaba su pensamiento en una imagen y la reproducía sin cesar para no escuchar la perorata del médico. Hoy había elegido el momento en que tiraba las pastillas por el inodoro, justo a la hora en que debía tomárselas, se visualizaba a sí misma ejecutando esa acción y se regocijaba, con la voz del psiquiatra de música de fondo. Él aceptaba que Lola cerrase los ojos, así se concentraría mejor en sus palabras, las iría asimilando y se irían diluyendo en su sangre como si de una vitamina inyectada en vena se tratase. Cuando terminaba o quería que le respondiese a algo, la tocaba suavemente en la mano. Lola abría los ojos pero permanecía en silencio, confundida, para que el buen doctor le repitiera la pregunta compadeciéndose de ella. Entonces, Lola, ¿sigue usted pensando que el fantasma de su marido la visita? No doctor, ya no creo en fantasmas. Al concluir la visita, previo timbrazo del reloj que indicaba que habían pasado sesenta minutos justos, el psiquiatra se levantó como impulsado por un resorte, la despidió cordialmente y le dijo que pagase a su ayudante a la salida. Dinero de mamá, ella paga esta farsa.
 
Lola salió a la calle. Respiró el aire fresco, sintió el tibio sol en su piel, se puso las gafas y pensó que en la próxima visita recrearía el instante justo en que, aprovechando el relax absoluto de Mario escuchando música mientras se daba un baño al volver del trabajo de madrugada, ella empujó levemente la estufa para que cayera al agua. Oh, cuánto lo siento, cariño. Volveremos a estar juntos esta noche.
 
CDR

martes, 13 de noviembre de 2012

EL LADO OSCURO


Se me ponen los pelos de punta al pensar que todos tengamos un lado oscuro latente en nuestro interior. Que todos seamos capaces de cometer alguna atrocidad de las que se supone deben horrorizarnos. Y puede que sea cierto, teniendo en cuenta que cada vez es más frecuente que gente común, inesperadamente, haga uso de la violencia.
Todo acto delictivo está sujeto a un proceso judicial, claro. Y todo delincuente cuenta con un abogado defensor. No tiene que ser fácil defender a alguien que ha cometido un crimen horrible. Pues si leen Crímenes (Salamandra, 2011), de Ferdinand Von Schirach, la reflexión sobre la maldad del ser humano es inevitable. Pero también será preciso ver las cosas desde el otro lado, ponerse en lugar del asesino y preguntarnos seriamente: en esa situación, ¿yo no hubiera hecho lo mismo? Si somos sinceros, quizás nos asustemos de la respuesta.

No se trata de justificar lo injustificable. Sino de enfrentarnos al hecho de que la culpabilidad es muy relativa. Cuando las circunstancias son insoportables, es necesario sobrevivir o el amor es más fuerte que la muerte, el ser humano es capaz de las mayores miserias. Lo importante es recordar que somos iguales, que todos nosotros llevamos la misma carga sobre los hombros, aunque algunos tienen la suerte de poder soportarlo y seguir adelante con sus vidas, y otros muchos ceden al peso y caen. La suerte tiene mucho que decir en esto.

CDR

lunes, 12 de noviembre de 2012

CAMBIO DE IMAGEN

Todos necesitamos de vez en cuando un cambio de imagen, un soplo de aire fresco que nos ayude a subir el ánimo, a empezar una nueva etapa, o simplemente a divertirnos un poco.

Cerca ya de las seis mil visitas, a este blog que nació en abril le apetece cambiar de aspecto. No es que no esté a gusto con su apariencia, sino que, seguramente movido por el espíritu de su autora, no puede estar mucho tiempo con la misma vestimenta puesta.

Agradeciendo a todos mis seguidores, declarados y anónimos, su fidelidad, espero que les guste la nueva imagen. La anterior decía mucho de mi ánimo cuando creé el blog, sosegado, optimista, alegre, curioso... La que ahora ven igualmente cuadra conmigo, inquieta, abstracta, creativa, vivaz... Cada matiz de este blog es una pista sobre mí.

Y, como no podía ser de otra manera, ya que hablamos de mi forma de ser, cierro la entrada de hoy con esta ilustradora cita:

"La única revolución posible: meter luz en las cabezas y calor en los corazones." (Jacinto Benavente)

CDR

domingo, 11 de noviembre de 2012

PASADOS Y PASADAS

Pasado: dícese del tiempo pretérito, ese que tanto nos costaba aprendernos de niños en la escuela y que aún hoy sigue agobiando a los alumnos con sus matices de imperfecto, perfecto, pluscuamperfecto, anterior.

Pero el pasado no es solo un tiempo que pasó, sino también lo que en él sucedió; todos tenemos nuestro pasado, que nos acompaña a veces como una pesada carga, que forma parte de lo que somos, que guarda nuestros recuerdos. Aunque el pasado se fue y ya no existe, no conseguimos quitarle importancia.

Y más allá de todo eso, echando un vistazo al diccionario, descubrimos que en Cuba se dice pasado/-a a alguien muy inteligente, a una mujer atractiva y exuberante (con dos entradas distintas, ¿es que ambas cosas son incompatibles?), y a una cosa de buena calidad. ¡Qué pasada! decimos nosotros cuando algo nos parece genial.

Si ha desertado de un ejército para servir en el enemigo, es usted un pasado. Y si plancha la ropa de una manera ligera, está haciendo un pasado a sus prendas. Ya se sabe que hacer las cosas sin excesivo cuidado o a modo de repaso final, es simplemente dar una pasada. Aquel sitio por donde pasamos, correctamente sería llamado pasado. Por no hablar de aquella pasada que nos han hecho en alguna ocasión y tanto nos ha fastidiado. Tampoco nos gusta aquello que está pasado de moda. Y preferimos los huevos pasados por agua que, por ejemplo, los viajes en las mismas condiciones.

Nadie quiere sentir que han pasado de él en ningún contexto.

Pero lo más importante es no olvidar nunca que en este mundo estamos de pasada.

CDR

sábado, 10 de noviembre de 2012

MISTERIO GATUNO

Seguro que no les sorprende que confiese hoy abiertamente mi predilección por los gatos.

De estirpe de dioses egipcios, elegantes y misteriosos, independientes, amados u odiados y en todo caso indiferentes, no es que los gatos hayan sido domesticados, sino que ellos han elegido hacernos creer que los hemos sometido. Los gatos no necesitan vivir con nadie, si lo hacen es porque quieren.

Un gato puede transformar una casa en un hogar.
Un gato puede ser tu amigo inseparable, pero no tu esclavo.
Un gato es absolutamente sincero, nunca fingirá sus sentimientos.
Ningún gato es común.

Para homenajear a estos inteligentes, sinuosos y sugerentes orejones puntiagudos, no encuentro mejor manera que transcribir la "Oda al gato" de Pablo Neruda, que resume en sus versos todas las cualidades, habilidades y el encriptado carácter gatuno, superior a nuestro entendimiento. Un misterio que, a algunos, nos fascina:

Los animales fueron
imperfectos,
largos de cola, tristes
de cabeza.
Poco a poco se fueron
componiendo,
haciéndose paisaje,
adquiriendo lunares, gracia, vuelo.
El gato,
sólo el gato
apareció completo
y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.


El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas,
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar la mosca,
pero el gato
quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro.


No hay unidad
como él,
no tienen
la luna ni la flor
tal contextura:
es una sola cosa
como el sol o el topacio,
y la elástica línea en su contorno
firme y sutil es como
la línea de la proa de una nave.
Sus ojos amarillos
dejaron una sola
ranura
para echar las monedas de la noche.


Oh pequeño
emperador sin orbe,
conquistador sin patria,
mínimo tigre de salón, nupcial
sultán del cielo
de las tejas eróticas,
el viento del amor
en la intemperie
reclamas
cuando pasas
y posas
cuatro pies delicados
en el suelo,
oliendo,
desconfiando
de todo lo terrestre,
porque todo
es inmundo
para el inmaculado pie del gato.


Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia
de un
desaparecido terciopelo,
seguramente no hay
enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso,
tal vez todos lo creen,
todos se creen dueños,
propietarios, tíos
de gatos, compañeros,
colegas,
discípulos o amigos
de su gato.


Yo no.
Yo no suscribo.
Yo no conozco al gato.
Todo lo sé, la vida y su archipiélago,
el mar y la ciudad incalculable,
la botánica,
el gineceo con sus extravíos,
el por y el menos de la matemática,
los embudos volcánicos del mundo,
la cáscara irreal del cocodrilo,
la bondad ignorada del bombero,
el atavismo azul del sacerdote,
pero no puedo descifrar un gato.
Mi razón resbaló en su indiferencia,
sus ojos tienen números de oro.


Como afirmó Leonardo Da Vinci, "El más pequeño gato es una obra maestra."

CDR

jueves, 8 de noviembre de 2012

ESE PAR


Los senos son objeto de deseo, qué duda cabe. O sí. Quizás la facilidad con que hoy se muestran les resta algo de misterio y nos parecen ya simplemente una parte corporal más, como un brazo o una oreja, permítaseme el ejemplo. Sin embargo, la belleza y delicadeza de ese par de concavidades femeninas es indiscutible. Dadores de placer, procuradores de vida, también a veces se ven afectados por la terrible enfermedad del cáncer. Las estadísticas nos hablan de que hoy en día un alto porcentaje de casos supera esta dolencia. Ello es gracias a los avances en medicina, pero además debemos valorar la fuerza, el coraje y el optimismo con que la mayoría de mujeres afrontan este problema. Es admirable la ilusión por vivir, el afán de superación que demuestran estas personas, algo común en la mayoría de enfermos de este horrible mal, pero más impresionante si cabe al tratarse de esa parte tan susceptible de hacernos sentir bellas, vivas, femeninas.

Cuando cayó en mis manos Un dulce par de senos (2011), de Giuseppina Torregrosa, me llamó la atención la vistosa portada, sensual a la vez que delicada, que muestra dos minne de Santa Ágata, pasteles típicos italianos, redondos, suaves y blancos, adornados con guinda roja. Después de leerlo, me ha impresionado la capacidad de tratar un tema tan duro, que la autora -ginecóloga de profesión- ha sufrido personalmente, con tanta sutileza, inteligencia y sentido del humor. Desde luego, es necesario un enfoque así. Para que aquellas que lo conocen de primera mano se reconforten, para que las demás -y los demás- aprendamos.  

CDR

miércoles, 7 de noviembre de 2012

EL MONSTRUO QUE HEMOS CREADO

Cogemos a un bebé, lo criamos con todo nuestro amor, consentimos sus pequeñas travesuras conforme va creciendo, reímos sus faltas como gracias -qué simpático es nuestro chiquitín-, le consultamos decisiones como si se tratase de un adulto y, aún más, nos doblegamos a su voluntad, lo tratamos como a un igual, nos da miedo gritarle, no podemos ponerle una mano encima (un cachete en el culo podría traumatizarlo de por vida)... Y cuando queremos darnos cuenta, ya es tarde, el monstruo que hemos creado dispone por sí mismo. Ahora, donde dice "bebé" pongan "toda una generación" y el resultado es lo que tenemos hoy, una casta monstruosa, no por feos, sino por excesivos, hasta por crueles y perversos en ocasiones.

Que hay niños y jóvenes buenísimos, educadísimos y amabilísimos es indiscutible. Pero que la inmensa mayoría se incluirían en la descripción anteriormente dada, tampoco admite duda. Y lo peor es que, en realidad, ellos no tienen culpa. Así los hemos moldeado. Son el producto de nuestra educación. Les hemos fomentado tanto la autoestima que sólo piensan en sí mismos; les hemos inculcado tan bien el concepto de libertad que no entienden que la suya acaba donde empieza la de los demás; les hemos infundido tan profundamente el respeto, que no admiten más que el que a ellos se les debe; de la dicotomía derechos/deberes sólo aceptan la primera parte. No conocen límites, sólo aspiran a su propia satisfacción y nos tratan con indiferencia, como si estuvieran de vuelta de lo que tengamos que decirles. Nuestras palabras no son para ellos más que sermones inútiles.

Con este panorama entramos los docentes cada día al aula, debemos ir con pies de plomo para no herir sensibilidades adolescentes, hemos de reprenderlos o corregirlos en voz baja para que no piensen que les estamos gritando, les entregamos nuestro conocimiento, nuestra experiencia, hasta nuestro cariño y, en general, recibimos desaires, malas contestaciones y toda una gama de demostración de su dominio de las leyes. Lejos queda ya la tarima, eliminada de las clases para declarar igualdad entre profesor y alumnos, algo que debería ser simbólico y que, sin embargo, se ha convertido en un fiel reflejo de la realidad. Si seguimos así, pronto habrá que poner las mesas del alumnado en una gran plataforma, para que ellos hagan gala de su superioridad.

No quiero parecer (demasiado) agorera. Claro que tengo alumnos ejemplares, claro que algunos me demuestran su afecto y hasta su admiración. Pero, lo siento, mi impresión es que esto es paulatinamente más improbable.

El monstruo que hemos creado con nuestro complejo de autoridad, con nuestra laxitud en la disciplina, con nuestra falta de tiempo para educar, sigue creciendo y amenaza con engullirnos.

CDR

martes, 6 de noviembre de 2012

MUJERES: ANTROPÓLOGA LIBERAL

Continuamos nuestra serie de homenajes a grandes mujeres con Margaret Mead (1901-1978), una figura importantísima dentro del ámbito de la antropología del siglo XX. Un personaje complejo, enigmático, del que daremos aquí algunas claves para entender su grandiosidad y su singularidad.

Hija de un economista, profesor universitario, y de una socióloga, Margaret nació en Filadelfia. Por cuestiones laborales, la familia tenía que mudarse a menudo y la niña pronto empezó a desarrollar su carácter. A los once años se bautizó en contra de la voluntad de sus padres, que no eran creyentes. A los veintidós años, también sin el consentimiento familiar, contrajo matrimonio con un joven sacerdote protestante, pero conservó su apellido de soltera, algo impensable en la época. Margaret engañó a su marido con un colega antropólogo, se divorció y volvió a casarse hasta tres veces, hecho igualmente inusual. Tuvo fama de ser una mujer con numerosos amantes. Sin embargo, a partir de 1955 vivió con una compañera antropóloga, Rhoda Metraux, lo que avivó entonces los rumores sobre su homosexualidad, aunque no está demostrado que esta fuese una relación lésbica. A Margaret le gustaba vivir en comuna y practicaba el amor libre. No es de extrañar que fuera criticada y denostada por sus coetáneos.

Mead se graduó en Antropología  en 1923 y obtuvo el doctorado de la Universidad de Columbia en 1929. Pronto se dio a conocer por su trabajo de campo en Samoa (Polinesia), además de colaborar como asistente del director del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York. Llegó a ser directora de enología en esa misma institución entre 1946 y 1969. Durante la Segunda Guerra Mundial sirvió en el "Comité de hábitos alimenticios" del Consejo Nacional de Investigación. A mitad de los años cincuenta trabajó también como profesora adjunta de la Universidad de Columbia. Sus estudios se centraron en los problemas de crianza infantil, personalidad y cultura, motivada por su instructora, Ruth Benedict, con quien también mantuvo una ambigua relación.

Si algo caracterizó a esta pequeña mujer (medía solo metro y medio) fue su energía -hoy quizá la denominaríamos como hiperactiva-. Vivía a toda velocidad. Se levantaba antes de amanecer y escribía todos los días para después irse al trabajo. Así llegó a firmar treinta y nueve libros, más de mil artículos, más de cuarenta obras filmadas y hasta una quincena de trabajos de campo en lugares remotos. Por si esto fuera poco, Mead dio un sinfín de conferencias, concedió numerosas entrevistas, y utilizó a su propia hija (que también sería antropóloga) como objeto de estudio para sus investigaciones.

Margaret era una mujer que no paraba de hablar, como para acallar su propio interior, aunque también fue experta en escuchar, de ahí el interés de su obra: adolescentes de Samoa, mujeres y niños de Nueva Guinea, nativos de Bali, etc. Aunque vivió en una época de transgresión y audacia femenina, Margaret Mead no materializó este espíritu cortándose la falda (aunque sí la melena) ni en juergas nocturnas, pues ella se acostaba temprano para trabajar mucho al día siguiente, sino en su afán aventurero. En su primera estancia en Samoa, Margaret contrajo paludismo, una enfermedad que la acompañaría el resto de su vida. El relato de sus vivencias, con un estilo ameno y divertido, lo encontramos en Cartas de una antropóloga y Experiencias personales y científicas, donde se refleja la soledad del trabajo, la fuerza de la naturaleza, la enfermedad o el placer de recibir el correo. Son sus escritos más personales. Aunque ella no alardea de las dificultades, es fácil imaginar cuántas sufriría.

Dos de sus obras más influyentes en antropología son Adolescencia, sexo y cultura en Samoa, que escandalizó a la sociedad de la época, al mostrar, entre otras muchas cosas, que las jóvenes samoanas postergaban el matrimonio mientras disfrutaban del sexo casual, si bien una vez se casaban sentaban cabeza y criaban a sus hijos con éxito; y Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas, donde se exponía, por ejemplo, que las mujeres dominaban algunas tribus de Nueva Guinea, lo que supuso un argumento de peso en el movimiento liberal femenino de mitad del siglo XX. El mayor éxito de Margaret Mead fue popularizar la antropología, pues en aquellos años esta era una ciencia muy joven y poco conocida. Pero no sólo eso, ya que Mead desarrolló y mejoró los métodos de trabajo y planteó cuestiones que nadie antes había propuesto.

Quienes la conocieron hablan de Margaret Mead como una mujer dominante, mandona, fastidiosa y egocéntrica. Sin embargo, también sabía mostrarse amable y generosa, dotada de un magnetismo que le hacía tener alrededor una corte de amigos incondicionales. Desde niña, aprendió a programar su vida y se decidió a triunfar. Lo consiguió. No obstante, tuvo que rendirse a un cáncer de páncreas en 1978.

CDR

lunes, 5 de noviembre de 2012

EL MUNDO

Del latín mundus y este del griego cosmos, es el conjunto de todas las cosas creadas. Todas iguales, todas complementarias, necesarias para la armonía del universo. Desde que el mundo es mundo.

El mundo es el planeta que habitamos y que no respetamos, que tratamos como si fuésemos dueños y no pasajeros moradores. Como si sólo el género humano habitase en él, aún peor, como si sólo algunos seres humanos tuviesen derecho a una vida digna en él. El gran mundo.

Algunos, efectivamente, presumen de tener mucho mundo, sin saber que eso lo da la experiencia, la sabiduría, el trato con los demás, la empatía, y no el dinero ni las posesiones materiales. Más cultivar el mundo interior para que irradie al exterior y menos vivir hacia afuera, vacuo vivir.

Dígase mundo, planeta, globo, Tierra, lo cierto es que resulta increíble que siga girando y no se descompense con el desequilibrio que existe en su interior. Cómo no cae en picado por el peso de la injusticia, desigualdad y malicia que existe es algo que no se entiende, pues hasta las leyes de la física deberían rendirse ante tamaño atropello.

¿Por qué existe el tercer mundo? ¿Quién ha inventado el primero y el segundo?

No es de extrañar que a veces sintamos ganas de que se pare el mundo para apearnos de él.

Así, el mundo se nos viene encima cuando nos ocurre algo desgraciado, o simplemente cuando no podemos ver el vaso medio lleno.

Pero por nada del mundo debemos tirar la toalla. Aunque nos parezca que este mundo nuestro, hoy, está un poco al revés.

CDR

jueves, 1 de noviembre de 2012

GLOSARIO AL LIPOGRAMA

Cuando una se pone a escribir cree que lo que quiere transmitir queda claro para los demás, pero no siempre es así. Sobre todo, si se escribe sobre algo en general desconocido o no muy común. Me parece que es lo que ha ocurrido con la entrada del lipograma.

Así pues, y con mucho gusto, voy a descifrar su contenido:

Un lipograma es un texto que se construye prescindiendo voluntariamente de alguna letra del abecedario. Su grado de dificultad es directamente proporcional a la frecuencia de la aparición de la letra que se elide. Por esta razón decidí titular la entrada sobre este juego de palabras "Faja al vocalismo", pues yo quité la vocal "e", y escribir algo así supuso ponerle una faja a las vocales que puedes usar, ya que se comprimieron en cuatro. Creo adivinar que de ahí proviene precisamente el nombre: "lipo" es grasa y "grama" es escrito. Es como hacerle una liposucción al texto.

El lipograma más antiguo que se conoce es un poema del griego Laso de Hermione (siglo VI a.C.), titulado "Oda a los centauros", escrito sin la letra sigma. (Primo patrón: / Más antiguo y conocido, / sin la sigma transcrito.)

Por otra parte, nuestro Enrique Jardiel Poncela publicó cinco lipogramas entre 1926 y 1927, en el diario La voz. Uno de los más conocidos es "Un marido sin vocación". (Otro patrón: / "Un marido sin vocación" / ¿Su autor? / Prohibido citarlo aquí hoy.)

Actualmente, el lipogramista británico Giles Brandreth está lipogramando las obras completas de Shakespeare. Ya ha finalizado "Hamlet", "Macbeth" y "Otelo". (Lipogramista lo llaman / si firma lipogramas, / como un británico / cuya labor pasa por / lipogramar las obras dramáticas / del antonomástico anglosajón. / Tres van ya: / Una por H, otra por M y otra por O.)

¿Cómo se me ocurrió esta idea? Un día escuché en la tele, en un programa cultural, que el escritor norteamericano Ernest Vincent Wright publicó una novela de cincuenta mil palabras, titulada "Gadsby", en la que no aparece ni una sola vez la letra "e". Se dice que el autor quitó de su máquina de escribir dicha letra para evitar usarla. Desgraciadamente, Wright murió el mismo día en que se presentaba su novela.

No es nada fácil, ahora seguro que lo entienden mejor.

CDR