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jueves, 28 de febrero de 2013

FEBRERICO EL CORTO

Estaba de pie, absorta, mirando en el calendario impreso el último día de febrero, ese mes corto y a la vez perfecto, simétrico, con sus cuatro semanas, veintiocho jornadas y ni una más, a no ser que el año fuese bisiesto, cosa que se le podía perdonar y que incluso lo hacía aún más especial.

Esperaba a que dieran las doce en el reloj del salón para volver la página y empezar un nuevo mes, ahora que la vida transcurría contando semanas, en un deshojar de días, en una carrera hacia adelante en que su barriga iba cogiendo volumen, sus ilusiones forma y sus temores se desvanecían como el último segundo de febrero.

CDR

martes, 26 de febrero de 2013

LO QUE NOS DIFERENCIA

Somos animales, qué duda cabe. Pero hasta con los más parecidos a nosotros, los primates, tenemos una diferencia fundamental: el lenguaje. Si todos los animales nos movemos por satisfacción de nuestras necesidades primarias, al menos el ser humano es dueño de planificar su futuro, cosa que las demás especies no pueden hacer; y eso es gracias al lenguaje. Y, concretamente, el modo subjuntivo del lenguaje es muy significativo. Nosotros podemos hacer predicciones, planes, formular dudas, expresar deseos, mientras que los animales, incluso los que tienen complicados sistemas de comunicación y de vida, no entienden más allá del futuro inmediato que les permite sobrevivir.

Estando esto claro, es evidente que si lo que nos diferencia de los animales es el lenguaje, será imprescindible saber utilizarlo. Y para ello necesitamos de la gramática y de la sintaxis. Porque el simple conocimiento de las palabras no supone el uso adecuado del lenguaje. Una misma palabra con distintos significados, un sujeto en primera persona o en tercera... implican diferentes conceptos que debemos conocer para que el lenguaje sea efectivo. Si usáramos las palabras a nuestro albedrío, sin tener en cuenta las combinaciones que dicta la gramática, no nos diferenciaríamos mucho de los animales, repitiendo sonidos, sin posibilidad de expresar ideas complejas. El dominio del lenguaje es el que nos permite desarrollar nuestras otras aptitudes diferenciadoras: la inteligencia y el pensamiento. El lenguaje humano es capaz de informar sobre todos los aspectos de la realidad. Y hablar no es si no poner en acción los mecanismos fundamentales del pensamiento.

En definitiva, el lenguaje como capacidad y la lengua como realización son los pilares de nuestra superioridad en el reino animal. Hubo momentos dorados en que la retórica era fundamental, el arte de la palabra era valorado. Sin embargo hoy el único animal que es capaz de hablar y razonar ha degradado hasta tal punto la dialéctica, la elocuencia, la argumentación, que ya no nos diferenciamos tanto de los simios gesticulantes y bárbaros, como si hubiésemos sufrido una especie de involución.

Qué paradojico, además, que el propio lenguaje, que nos diferencia de los animales, pueda convertirse en aquello que nos envilece, situándonos por debajo de los que no lo poseen.

CDR


 

domingo, 24 de febrero de 2013

TALENTOS

Como capacidad de entender o como capacidad para el desempeño de una función, el talento parece bastante escaso en los tiempos que corren. Pero no es así, sino que el talento se esconde y pasa desapercibido mientras que la necedad y la torpeza ploriferan y destacan en la tierra abonada para ello. Hay mucha inteligencia en este país, mucho juicio y muchas aptitudes, mas se pierden en el maremágnum de corrupción, de incultura, de hipocresía, de perfidia... que nos invade.

El talento no es una cualidad innata al cien por cien, aunque la genética ayude seguramente, sin embargo se cultiva, se enriquece y crece al amparo de la voluntad, el esfuerzo y la constancia. Además del talento natural, debemos aprender. Si no aspiramos a nada, llegaremos a no ser nada, mientras que si trabajamos por lo que queremos, lo conseguiremos aunque no estemos especialmente dotados para ello.

Por acogernos a alguna esperanza, podemos recurrir a aquello que dijo Publio Siro, que así como el imbécil (escaso de razón, ignorante, débil, alelado) está muerto antes de morir, el hombre de talento vive aún después de muerto. A algunos se les recordará por sus fiascos. Pero a otros muchos por sus grandezas, por sus actos admirables, por sus creaciones. Y finalmente prevalecerá el recuerdo de estos últimos. Que haberlos, haylos.

CDR

sábado, 23 de febrero de 2013

MUJERES: A LA SOMBRA DE SU HERMANO

Seguro que todos han oído hablar e incluso conocen datos concretos sobre Wolfang Amadeus Mozart, el niño prodigio. Pues debía de ser algo de familia eso del talento, porque su hermana mayor, Maria Anna "Nanneri" Mozart (1751-1829), también pudo haber sido una prestigiosa música del siglo XVIII, de no haber nacido mujer.

Hija de Leopold y Anna Maria Mozart, su padre comenzó a enseñarle a tocar instrumentos de teclado a la edad de siete años. En los muchos recitales a los que acudió, acompañada también por su hermano, Nanneri destacó especialmente en clave y piano. Sin embargo, dada la opinión de sus padres, que era la imperante en la sociedad de la época, una mujer no podía continuar una carrera de música una vez alcanzada la edad del matrimonio, por lo que ya no pudo seguir demostrando su talento. Mientras que el pequeño Wolfang triunfaba en Italia, París, Viena, la joven debía permanecer en casa atendiendo a sus quehaceres femeninos. Existen evidencias de que Nanneri escribió algunas composiciones musicales, pero no se ha conservado ninguna.

El niño Mozart adoraba a su hermana y empezó a sentir el deseo de aprender música a los tres años al ver la instrucción de esta, quería ser como ella. Al principio de la carrera musical de él, ambos mantenían una fraternal correspondencia, Wolfang compuso alguna pieza para su hermana, pero con los años se distanciaron, las cartas cesaron y, aunque los datos no son concretos, todo apunta a que incluso dejaron de verse y no llegaron a conocer a los hijos del otro.

Al contrario que el rebelde Wolfang, Maria Anna siempre acató la voluntad paterna, por eso aunque se enamoró de su tutor privado, se casó por obligación con un magistrado millonario, que tenía cinco hijos de dos matrimonios anteriores, a los cuales Nanneri ayudó a criar, además de aportar tres niños más a la pareja. Hasta la muerte de Leopold Mozart en mayo de 1787, la primogénita estuvo totalmente subordinada a los deseos de su padre. A su primer hijo lo llamó como él; en una ocasión en que el niño enfermó y debía estar en Salzburgo por motivos de salud, Leopold escribió una carta a su hija diciéndole que él se ocuparía de su educación durante unos meses más, una vez recuperado. Posiblemente estaba interesado en volver a demostrar sus dotes para formar a un genio musical, pero falleció antes de conseguirlo.

El marido de Marianne también murió en 1801, ella regresó a Salzburgo con sus hijos y se dedicó por un tiempo a dar clases de música. Ya en su vejez recibió la inesperada visita de Constanze, la viuda de su hermano Wolfang, quien se había vuelto a casar y estaba escribiendo junto a su segundo marido la biografía de Mozart. Nanneri le facilitó la correspondencia entre este y su padre, así como sus cartas personales. La ceguera abatió a Maria Anna Walburga Ignatia Mozart en 1825 y finalmente falleció cuatro años después, débil y solitaria.

Algunas obras se han escrito en referencia a esta hermana a la sombra de Mozart, si bien su historia, como la de tantas otras mujeres, es prácticamente desconocida. 

CDR

miércoles, 20 de febrero de 2013

UTOPÍA

En este tiempo de convulsiones políticas, quizá cabría plantearse la posibilidad de un cambio radical. Me refiero, por ejemplo, a algo así como lo propuesto por Gioconda Belli en su novela, El país de las mujeres, donde nos muestra un gobierno exclusivamente femenino. Claro que para que ello fuese posible lo primero que necesitaríamos es un partido cien por cien mujeril que se presentase a elecciones.

Pero imagínenselo por un momento: al menos, sería algo inédito, algo que no hemos probado. Tal vez lo que necesitamos sea precisamente cierta dosis de erótica, de intuición, de sensibilidad en quienes manejan el poder. Que su objetivo sea la felicidad y el bienestar de sus ciudadanos, así como las madres buscan el de sus hijos, las esposas el de sus maridos. Es de suponer que, en principio, los hombres se sentirían desplazados, pero ¿cuántos siglos nos hemos sentido así nosotras? Es más, ¿estamos totalmente integradas en la sociedad?
Sí es cierto que existen políticas de igualdad o de paridad, aunque no lo es menos que algunas mujeres no cobran lo mismo que sus homólogos en iguales trabajos, la violencia de género aumenta sus cifras cada año; y estos datos solo en España. Si nos trasladamos a otros países, la situación de la mujer es mucho peor. En pleno siglo XXI, la mujer se ha adaptado al mundo, sin embargo ¿se ha adaptado el mundo a la nueva condición de la mujer?
Hasta aquí la reflexión sobre un posible cambio político (egoístamente, pienso en nuestro país) por medio de un gobierno femenino. Pero, ¿no es verdad que cada vez hay mayor número de mujeres en el Ejecutivo e incluso a la cabeza del poder en algunas autonomías. ¿Y existe por ello menos corrupción, menos crisis, menos desempleo? Desgraciadamente no.
Es posible entonces que la utopía pase por una limpieza general de la clase política, varones y féminas, y empezar desde cero. Con gente, varones y féminas, honesta, sincera, sencilla, comprometida, consecuente... De ilusiones también se vive, ¿no?
CDR

lunes, 18 de febrero de 2013

POSES

Resulta muy interesante, sano y alentador que los personajes públicos tomen postura y utilicen sus tribunas para criticar aquello que el Gobierno hace mal y en contra de lo cual estamos la mayoría de ciudadanos.

El problema es que no se puede caer en aquello mismo que se censura, pues entonces se pierde credibilidad y las declaraciones vienen a engrosar el nutrido barullo que la gente de a pie tenemos en nuestra cabeza ante la situación actual.

Porque:
no está bien criticar los recortes en educación publica mientras se lleva a los hijos a un colegio privado;
no está bien criticar los recortes en sanidad mientras se costea uno el hospital privado;
no está bien criticar los desahucios mientras se es multipropietario, accionista de altos vuelos o incluso se han anunciado hipotecas basuras con la mejor de las sonrisas;
no está bien criticar sin argumentos mientras se acusa al otro de un discurso vacío;
no está bien, en fin, que la demagogia haya traspasado el plano político.

Entonces, perdemos la esperanza y creemos que estos personajes están simplemente actuando, meras poses delante de una cámara.

CDR

jueves, 14 de febrero de 2013

lunes, 11 de febrero de 2013

UNA MODA DE DOS SIGLOS

No se puede entender un repaso por la Literatura Universal sin tener en cuenta Orgullo y prejuicio, la obra más influyente y conocida de su autora, Jane Austen. Se han cumplido este enero, precisamente, doscientos años de su publicación –como obra anónima, en principio.– Y, a pesar del paso del tiempo, sigue siendo una novela vendida y leída, cautivadora aún de numerosos lectores gracias a la calidad de su prosa, al romanticismo y a la fina ironía que recorren sus páginas. Es lo que tiene el tiempo, que pone todas las cosas en su lugar. Por eso, algunas modas literarias son pasajeras, mientras que otras persisten para siempre.

Con una aguda crítica a la sociedad georgiana del momento, no es extraño que la autora de Orgullo y prejuicio optara por no darse a conocer, pues no podía considerarse más que una afrenta que una mujer firmara tal cosa. Por qué pervive esta novela dos siglos después tiene que ver, aparte de lo dicho, con la perspicacia de la observadora Austen, que supo describir los comportamientos humanos, sus formas de pensar y los obstáculos que se autoimponen las personas en la vida para ser felices. Esa infelicidad, que marcó su propia existencia, ella la contrarrestaba con historias que acababan bien, lo que le valió en su momento la etiqueta de escribir “cosas de mujeres.” Sin embargo, la justicia literaria nos la muestra hoy como una escritora talentosa, de gran ingenio y elegancia. Jane Austen trabajó en sus novelas con la materia prima de que se nutre la vida: amor, celos, miedo, compasión, generosidad, envidia, orgullo, perdón, prejuicios.
Hoy es un buen día para redescubrir la maravillosa historia de la alocada y adorable familia Bennet, en la búsqueda de un marido ideal para sus cinco hijas. Más allá de este argumento propio de la época, todo un universo literario que satisfará las eternas exigencias de un lector.

CDR

domingo, 10 de febrero de 2013

IMPOSIBILIDADES

El domingo, día ocioso por excelencia, me ha traído a la cabeza esta serie de pequeñas cosas que el ser humano, con toda su sofisticación genética, es incapaz de hacer, al menos en un gran porcentaje. De menor a mayor dificultad, aproximadamente. A ver quién puede:

Levantar solo una ceja.

Mover las orejas.

Chuparse el codo.

Estornudar con los ojos abiertos.

Conservar el sentido de la orientación con los oídos tapados.

Sobrevivir más de cuarenta y ochos horas sin agua.

Volar sin artefacto alguno (y sin perecer en el intento.)

Estas son solamente unas pocas, puesto que hay muchísimas. La más difícil de todas: ser político y ser honrado.

CDR

sábado, 9 de febrero de 2013

FEMINIDAD

¿Cuántas mujeres siguen, en pleno siglo XXI, bajo la mirada omnipotente y omnipresente del hombre? ¿Es ese nuestro destino como descendientes de Eva, de Lilith, de Gea? Afortunadamente, existen voces como la de Alja Adam (Liubliana, 1976) que se alzan con una feminidad apoteósica y autosuficiente, como un fuerte golpe en la mesa de lo convenido. Licenciada en Literatura Comparada y Sociología de la cultura, y doctorada en teorías feministas, la verdadera vocación de esta eslovena siempre ha sido la poesía. En su segundo libro, Por qué mencionar a Aquiles, de 2008, publicado ahora por la editorial e.d.a., se nos muestra el mundo a través de unos ojos de mujer, reivindicando el hecho de no aceptar los mitos -básicamente masculinos-, para sumergirse en los recuerdos de la niñez, reflexionar como adulta y vislumbrar una inevitable vejez. Poemas de una esencialidad tal que se cuelan en nuestro interior a la vez que respiramos mientras los leemos.
El amor, la rutina, la vida, la muerte, el miedo, el mundo actual son temas candentes en estas poesías íntimas y directas. Alja Adam se desvincula de los yugos masculinos y vuela libre por unas páginas cargadas de sensualidad y crudeza.
Como una marrana en el barro
me revuelco en tu impotencia,
cada observación
crítica que te dedico
es la moneda que clavas
en mis entrañas oscuras.
("La lucha")
Una lírica atravesada en ocasiones por la narrativa, siempre por la frescura y la visión personal de su joven autora.
CDR 

viernes, 8 de febrero de 2013

AHORA, A LAS 20 Y 20

Hoy he escuchado en televisión una noticia que me ha llevado a reflexionar sobre cómo domina en nuestro mundo el interés comercial, por encima de la seguridad y el bienestar de las personas si hace falta.

Según estudios recientes de expertos americanos, cambiar la tradicional posición de las 10 y 10 al coger el volante del coche por la de las 20 y 20 mejoraría la seguridad en la conducción. Entonces he pensado en cómo lo hago yo y no es que conscientemente ponga las manos en la posición horaria exacta, pero se acerca bastante a la primera; si alguna vez he sujetado el mando desde la parte inferior, he notado menor holgura y menor control. Claro que yo no soy experta en el tema, pero sí conduzco bastante, lo cual me da derecho a opinar.

Enseguida una imagen a colación de la noticia me ha hecho entender que esta nueva postura puede deberse a la mayoritaria existencia de tecnología en los vehículos, que se podrá manejar mejor con los dedos pulgares, si sujetamos el volante desde abajo. En fin, con el falso argumento de mejorar la seguridad nos quieren colar un cambio que en realidad tiene que ver con el negocio automovilístico.

Afortunadamente, esta sugerencia de momento no es más que eso. Ojalá no llegue a ser una imposición. Aunque a la larga, como la especie se adapta, acabaremos ajustando nuestra postura a los modernísimos mandos llenos de botones. Los que aún tenemos un volante clásico, nos apañamos bien conduciendo a las 10 y 10, accionando el intermitente o el limpiaparabrisas como toda la vida. No me cabe en la cabeza que esté prohibido usar el móvil al volante y cada vez sean más las complicaciones (y distracciones) que se permiten en aras de la tecnología. Ah, sí, es que van muy a la mano, exactamente a las 20 y 20.

CDR

miércoles, 6 de febrero de 2013

ÉXITO

Dijo el genio Jorge Luis Borges que el éxito y el fracaso son dos impostores. Y qué cierto es, pues el éxito es algo tan relativo, tan sujeto a las convenciones sociales, a las ambiciones personales. Efímero en cualquier caso, sobre todo entendido como suele entenderse.

Hoy he tropezado casualmente con una preciosa definición de éxito y la reproduzco a continuación como ejemplo de lo que para alguien puede significar una vida plena y llena de sentido:

"Reír a menudo y mucho; ganar el respeto de personas inteligentes y el afecto de los niños; conseguir el aprecio de los críticos sinceros y soportar la traición de los falsos amigos; apreciar la belleza; encontrar lo bueno de los demás; contribuir a un mundo mejor, bien con un niño saludable, un jardín, o una condición social redimida; saber que al menos una persona ha  vivido mejor porque tú has existido. Eso es tener éxito en la vida." (Ralph Waldo Emerson, escritor, poeta y filósofo estadounidense.)

Parece sencillo y barato y ¿utópico? Creo que cada cual se fija sus metas en la vida, la llave del éxito se encuentra en nosotros mismos.




CDR

martes, 5 de febrero de 2013

EXPLICACIONES

El Diccionario de la Real Academia Española define el vocablo explicación como sigue:

1. Declaración o exposición de cualquier materia, doctrina o texto con palabras claras o ejemplos, para que se haga más perceptible.

Nótese la expresión subrayada. Paradójicamente, algunas explicaciones carecen de dicho término, aunque pretendan ser aclaraciones.

2. Satisfacción que se da a una persona o colectividad declarando que las palabras o actos que pueden tomar a ofensa carecieron de intención de agravio.

Nótese que la expresión resaltada en negrita brilla por su ausencia en algunas explicaciones, aunque pretendan convencer a quienes escuchan.

3. Manifestación o revelación de la causa o motivo de algo.

Nótese que la acepción al completo es simplemente inexistente en algunas explicaciones.

Ya saben a qué explicaciones me estoy refiriendo. Nunca como ahora, en boca de nuestros políticos, las palabras estuvieron tan vacías de contenido.

Blablabla. Esas son sus explicaciones.

CDR

lunes, 4 de febrero de 2013

NÍTIDOS RELATOS

Aunque no es esta de hoy una entrada de la serie "Mujeres", bien podría serlo, pues la autora del libro que vamos a comentar se merecería un homenaje como mujer excepcional, que quizá se haga en el futuro.

Hace ya casi dos años que Josefina Aldecoa (León, 1926-Cantabria 2011) nos dejó, sin embargo sigue con nosotros a través de su obra, como ocurre siempre con los grandes de la literatura. Porque ella lo es, aunque su apellido sea el del marido, Ignacio Aldecoa, un genio de nuestras letras que no menoscaba en nada el mérito de Josefina. Además, su labor como docente suma valía a esta mujer emprendedora e independiente que estudió Filosofía y Letras, se doctoró en Pedagogía, formó parte del grupo que constituyó la revista Espadaña, trabajó como traductora en Revista Española  y fundó el Colegio Estilo en Madrid, además de escribir numerosos relatos, novelas y ensayos.

Son sus relatos los que se reúnen por primera vez en un libro de la editorial Alfaguara bajo el título de Madrid, otoño, sábado (2012), nombre del último de los cuentos que lo componen, un total de veinticuatro. El volumen recoge sus colecciones A ninguna parte (1961) y Fiebre (2000), más los relatos Cuento para Susana y El mejor, ambos de 1998. En estas historias se reconoce el estilo de la narrativa de Aldecoa, sencillez e intimidad en una prosa fluida y diáfana. A pesar de que la autora trata de una manera brutal el duro realismo plasmado en sus cuentos, nunca deja de lado la belleza de la existencia. Los temas que toca no tienen nada de novedoso, la infancia, la amistad, las relaciones familiares, el amor, el abandono, la esperanza, la guerra, la muerte, pero su talento creativo y su sensibilidad dotan a los relatos de un aire único y personalísimo. El telón de fondo de estas historias es el mismo que vio la infancia de la autora, su pueblo del norte, y más tarde su juventud, en el Madrid de la posguerra y la dictadura. Cuentos cargados de paisajes luminosos y evocadores. Si algo impresiona profundamente en estos relatos es la capacidad de Josefina Aldecoa para captar los instantes y poblar nuestra mente de imágenes mientras leemos, envolviéndonos en la atmósfera particular de cada historia.

Una recopilación de textos escritos en fechas tan distantes tiene la virtud de mostrar la evolución de la autora. En los primeros relatos (“El niño y los toros”, “Los viejos domingos”, “El cuarto oscuro”, “Voces amigas”), Aldecoa evoca historias de señoritos y criados, de indianos que retornan a casa, episodios como la revolución minera en Asturias, desigualdades sociales, inquietudes de los jóvenes de la época, o la difícil situación de la mujer en esos años, así como la educación sentimental que esta recibía. En todos ellos aparece de trasfondo el campo, las flores y sus aromas, domingos de misa y niñas de uniforme. Estos cuentos están escritos en un tiempo en que Josefina aún firmaba con su apellido de soltera, Rodríguez, era joven, ya había tenido a su hija Susana y se dedicaba por completo a la dirección de su colegio, basado en la Institución Libre de Enseñanza. Sin embargo, a partir de “El mejor” –la historia sobre un joven y prometedor futbolista, narrada por su abuela-, la escritora se encuentra ya en su madurez, en la etapa literaria que reinició tras la repentina muerte de su marido y el periodo de silencio en que se sumió. Los personajes femeninos se van adueñando de los relatos y el papel de una mujer sometida al hombre progresa al de independencia y libertad, al compás de los tiempos. Este contraste se ve claramente reflejado en las dos protagonistas de “¿Te acuerdas?”, “Happy end” y “Madrid, otoño, sábado”, Julia y Cecilia, en sus ilusiones juveniles y en cómo la vida ha llevado a cada una por un camino, para entender al final que la felicidad es algo efímero, muy difícil de encontrar y más aún de retener. En el caso de “Cuento para Susana”, aunque está escrito en ese segundo ciclo que se ha mencionado, la autora rememora aún su infancia en el pueblo, exponiendo a su hija la diferencia entre su vida y la del momento presente.

En general, la narrativa de Josefina Aldecoa rezuma autobiografía a la vez que muestra muy acertadamente la sensibilidad femenina. Perteneció a la llamada generación de “los niños de la guerra”, junto a Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, Rafael Azcona y el propio Ignacio Aldecoa. Escritores nacidos en torno a los años veinte y que vivieron en su infancia una guerra que destruyó, además de otras cosas, el desarrollo cultural del país. Aunque quizás la enseñanza fue su gran pasión, siempre compaginó su trabajo docente con la escritura. Su carrera literaria se compone de obras tan significativas como la trilogía Historia de una maestra (1990), Mujeres de negro (1994) y La fuerza del destino (1997) o su libro de memorias, Los niños de la guerra (1983), entre otros. Además, fue una auténtica defensora de la obra de su marido, luchando por que se reeditaran sus obras y escribió sobre él Ignacio Aldecoa en su paraíso (1996) También es autora de importantes ensayos sobre pedagogía, como La educación de nuestros hijos (2001)

Josefina Aldecoa fue una mujer comprometida, implicada con su trabajo y que además supo plasmar de una manera única la naturaleza humana y las emociones en sus textos. Tener ahora recogidos sus relatos en un mismo volumen nos ayuda a descubrir (o a redescubrir) a una autora imprescindible para una visión más completa de la literatura española del siglo XX.

CDR

domingo, 3 de febrero de 2013

PALABRAS ENCENDIDAS (VII)

Inmersos de pleno en el invierno, continuamos avanzando por nuestro camino erótico-literario, antes de que nos alcance la primavera, que ella por sí sola ya es capaz de alterar la sangre.

La primera parada es obligatoria en la Historia de mi vida, del veneciano Giacomo Casanova (1725-1798). Estas memorias, escritas en 1774, no se publicaron hasta 1838, momento en que fueron consideradas como máximo ejemplo del libertinaje ilustrado. Hasta tal punto adquirió fama amatoria este autor, que pronto quedó acuñado el término "ser un casanova." El patrón que sigue la obra es el instaurado por Rousseau en sus Confesiones, donde se concede la misma importancia a la trayectoria erótica del individuo que a los hechos políticos o culturales. Como ejemplo, hemos escogido un fragmento que trascurre en España, donde Casanova vivió en 1768. En este se describen las costumbres sexuales de los españoles: "Los hombres de ese país son de espíritu limitado por multitud de prejuicios, en tanto que las mujeres, aunque ignorantes, son en él espirituales; pero los dos sexos están tan animados de deseos, de pasiones tan vivas como el aire que respiran, tan ardientes como el sol bajo el cual viven. (...) La galantería, en aquel país, sólo puede hacerse con misterio, pues está severamente prohibida. Los hombres son más bien feos que hermosos, aunque hay numerosas excepciones, en tanto que, en general, las mujeres de allí son bonitas y las bellezas no escasean. La sangre que les bulle en las venas hace que sean ardientes en el amor, y que estén siempre dispuestas a prestarse a toda intriga que tienda a engañar a todos los seres que las rodean como para espiar sus andanzas. El amante más dispuesto a desafiar los peligros es siempre el preferido. En los paseos, en la iglesia, en los espectáculos hablan con los ojos a quien quieren, y poseen a la perfección ese lenguaje seductor. (...) Lo que me hechizó de aquel espectáculo fue que, hacia media noche, a los acordes de la orquesta y acompañamiento de palmadas, comenzó, por parejas, la danza más loca que pueda imaginarse jamás. Era el famoso fandango. Sólo lo había visto bailar en Italia y Francia en los escenarios; pero estos bailarines de aquí se preocupaban mucho de ejecutar los gestos propios para hacer de ella la danza más seductora y voluptuosa posible. No se podría describir. Cada pareja, hombre y mujer, no hacían nunca más de tres pasos y, tocando castañuelas al son de la orquesta tenían mil actitudes y mil ademanes de una lascivia que nada puede imaginar. Se encuentra en este baile la expresión del amor desde el nacimiento hasta el fin, desde el suspiro del deseo hasta el éxtasis del goce. Me parecía imposible que después de semejante danza, la danzarina pudiese negar nada a su pareja, pues el fandango tiene que producir en los sentidos toda la excitación de la voluptuosidad."

Tampoco podemos pasar de largo por El arte de las putas, de Nicolás Fernández de Moratín (1737-1780), liberado de cualquier constricción a las reglas neoclásicas en esta obra festiva y libertina. Como si de un Arte de amar ovidiano se tratase, pero sometido al tamiz hispánico, la liviandad se convierte en escatología y las gráciles y ardientes muchachas romanas, en putas. La libertad expresiva de Moratín en esta obra es absoluta, obviando incluso el respeto a símbolos sagrados, como vemos: "En la ley natural no fue delito / ser los hombres más justos putañeros, / ni tuvo entonces tasa el apetito. / Del padre Abraham las venerables canas / con la mulata Agar reverdecieron, / y Jacob satisfizo a ambas hermanas, / y el justo Loth, después de bien debido, / de Segor en los senos más secretos / hizo a sus hijas madres de sus nietos (...)" (De "Historia del puterío.") No es de extrañar que la obra fuese prohibida por el Santo Oficio, en 1777. Otro ejemplo: " (...) Quedóse el fraile como si escondida / víbora hubiera hallado en su alpargata; / haciendo cruces de volverse trata, / porque el convento no se escandalice, / aunque no hay cirujano que no dice / que las bubas están en los conventos; / mas tal era la indómita lujuria / del sumamente reverendo padre, / desvirgador mayor de su colegio, / que discurrió enebrarlo son injuria / de su miembro, y quitando prontamente / de la cabeza, astuto, la capilla:/ -Si son las bubas multitud viviente / de insectos minutísimos y tiernos / como sienten los físicos modernos, / porque el mercurio a todo bicho mata, / la comunicación evitar quiero, / haciendo escudo de la ropa santa- / dijo, y calando a modo de sombrero / en su bendito miembro la capilla, / así lo mete. La pobreta chilla, / no enseñada a tan rígida aspereza. / Acabó el fraile y ve que se endereza / la comunidad toda hacia aquel puesto, / y por no dar ejemplo de inmodesto / se pone la capilla que chorrea, / jabonando el cerquillo y la corona, / blando engrudo, simiente de persona (...)" (De "El invento del condón.") Esta obra se publicó en muy raras ocasiones, pero el veto no impidió que el hijo del autor, Leandro Fernández de Moratín, siguiera los pasos literariamente lascivos de su padre.

Nos detenemos ahora en el controvertido Marqués de Sade (1740-1814), concretamente en La filosofía en el tocador, concebida como una obra didáctica que enseña la revolución por medio del sexo. Publicada en 1795, apareció supuestamente como "obra póstuma del autor de Justine", eludiendo así el nombre de Sade, perseguido por numerosos procesos abiertos contra él. En esta novela dialogada se conjugan erotismo y sadismo de una manera bastante equilibrada, sin la monotonía o la crueldad gratuita de otras creaciones del autor. Todos los temas sadianos están contenidos en esta obra: la necesidad de una víctima, predilección por la sodomía, el incesto, el voyeurismo, el sexo en grupo, etc.  A continuación reproducimos un fragmento de la doble desfloración de Eugenia (anal y vaginal): "DOLMANCÉ: Quisiera que Eugenia me la menease un momento. (Ella lo hace.) Sí, así es... un poco más rápido, amor mío..., tened siempre bien al desnudo esa cabeza bermeja, no la recubráis nunca... Cuanto más tirante pongáis el frenillo, mejor es la erección... nunca hay que cubrir la polla que se está meneando... ¡Bien...! Vos misma preparáis así el estado del miembro que va a perforaros... ¿Véis cómo se decide?... ¡Dadme vuestra lengua, bribonzuela!... ¡Que vuestras nalgas se posen sobre mi mano derecha, mientras mi mano izquierda va a cosquillearos el clítoris! (...) EUGENIA: ¡Oh, cielos! No ha sido sin esfuerzo... Mira el sudor que cubre mi frente, querida amiga... ¡Ay, Dios! ¡Jamás experimenté dolores tan vivos! SRA. DE SAINT-ANGE: Ya estás desflorada a medias, querida, ya estás en el rango de las mujeres; bien puede compararse esa gloria a cambio de un poco de dolor; además, ¿no te calman mis dedos un poco? (...)"

Inevitable también la mención a Las amistades peligrosas, de Choderlos de Laclos (1741-1803), donde se funden la corriente libertina y la analítica del erotismo del siglo XVIII. Si hubiera que definir esta obra con una única palabra, esta sería "perversión". Los protagonistas, libertinos convencidos e impenitentes, producen en su camino una serie de víctimas, de las cuales proviene el erotismo de la obra. Lo que provoca el estremecimiento del lector es el uso de "carne humana" como moneda de cambio. La marquesa de Merteuil y el vizconde de Valmont, que fueron amantes en el pasado, compiten ahora por ver quién realiza las conquistas más arriesgadas e impúdicas, las cuales se cuentan en un detallado intercambio epistolar, con el telón de fondo de celos y provocaciones mutuos. Un ejemplo en que el frenesí se desborda al máximo es el fragmento en que la joven e inexperta Cecilia de Volanges cuenta cómo, en contra de su voluntad, sucumbe finalmente a la violencia de Valmont: "Ayer, el señor de Valmont se sirvió de esa llave para venir a mi habitación, mientras yo dormía; me pilló tan desprevenida que me asusté mucho al despertar, mas, como enseguida me habló, lo reconocí y no grité; y además primero pensé que quizá viniera a traerme una carta de Danceny. Nada más lejos de su intención. Al cabo de un momentito, quiso besarme; y mientras yo me defendía, como es natural, se puso de tal forma, que por nada del mundo habría querido que siguiera así. Mas él quería un beso antes de nada. Hube de dárselo, pues ¿qué iba a hacer? Ya había intentado llamar; mas, aparte de que no pude, no olvidó decirme que si alguien venía ya sabría él echarme a mí toda la culpa; y, efectivamente, era fácil, a causa de la llave. Después no crea usted que se quitó. Quiso otro; y ése, yo no sabía lo que me pasaba, pero me turbó por completo, y luego, fue aún peor que antes. ¡Oh! Caramba, esto está muy mal. En fin, después... me eximirá usted de decir el resto; mas soy tan desgraciada como se puede ser. (...)" ( De Cecilia Volanges a la marquesa de Merteuil.)

Y finalizamos nuestra etapa de hoy con Félix María de Samaniego (1745-1801), bien conocido por sus fábulas para niños. Sin embargo, éste mismo es también autor de El jardín de Venus, una colección de historias que exponen con frescura y humor temas eróticos. La ausencia de culpabilidad que desprenden estos relatos atiende a la etapa de normalidad -el libertinaje no se veía reñido con la moral- que se vivió en la Ilustración antes de la reacción conservadora que barrió España (y toda Europa) tras el estallido revolucionario de 1789. Samaniego tuvo que enfrentarse entonces a un proceso inquisitorial a raíz de estos relatos eróticos, por lo que en adelante se guardó de afirmar su autoría. Como ejemplo, "La postema": Érase una aldea / un médico ramplón, y a más casado / con una mujer joven y no fea, / la que había estudiado / entre los aforismos de su esposo / uno u otro remedio prodigioso / que, si él ausente estaba, / a los enfermos pobres recetaba. / Su caridad ejercitando un día / la señora Quiteria, éste es su nombre, / vio que a su puerta había / un zagalón, ya hombre / que a su esposo buscaba / porque alguna dolencia le aquejaba. / Parecía pastor en el vestido, / y a Febo en la belleza y la blancura, / mostrando en su estatura / la proporción de un Hércules fornido, / tanto, que la esculapia alborotada, / cayó en la tentación. ¡No somos nada! / Hizo entrar al pobrete, / ya con mal pensamiento, en su retrete, / en donde le rogó que la explicase / la grave enfermedad que padecía, / porque sin su marido ella podía / un remedio aplicar que le curase. / -¡Ay, señora Quiteria!, el zagal dijo, / yo por lo que me aflijo / es por no hallar medio suficiente / para el mal que padezco impertinente. / Sepa usté, pues, que así que me empezaron / las barbas a salir y me afeitaron, / también me salió vello / alrededor de aquello, / y cátate que, a poco, tan hinchado / se me puso que... ¡vaya! / no podía jamás tenerlo a raya. / Yo, hallándome apurado / y de ver su tiesura temeroso, / pensé y vine a enseñárselo a su esposo, / el cual me lo bañó con agua fría... / con que se me aflojó por aquel día; / pero después a cada instante / ha vuelto el humor a estar suelto / y es la hinchazón tremenda. / Dijo, y sacó un... ¡San Cosme nos defienda!, / tan feroz, que la médica al mirarlo / tuvo su cierto miedo de aflojarlo; / pero venció el deseo / de gozar el rarísimo recreo / que un virgo masculino la promete / cuando la vez primera empuja y mete. / A este fin, cariñosa, / dijo al simple zagal: -¡Ay, pobrecito, / una postema tienes! Ven hijito, / ven conmigo a la cama; haré una cosa / con que, a fe de Quiteria, / se te reviente y salga la materia. / El pastor inocente a la cura se apresta / y ella, regocijada de la fiesta, / le dio un baño caliente, / metiendo aquello hinchado / en el..., ya usted me entiende, acostumbrado, / con una habilidad tan extremada / y tales contorsiones, / que dejó la postema reventada / con dos o tres o más supuraciones. / Fuese el zagal, y, a poco, / volvió un día a la casa del médico, que estaba / sentado en su portal cuando llegaba; / y, viéndole venir, con ironía / díjole: -¡Hola! Parece, por tu gesto, / que se te ha vuelto a hinchar... Pues entra presto, / te daré el baño de aguas minerales / que suaviza las partes naturales. / A que el pastor responde: ¡Guarda, Pablo! / Para postemas, que reciba el diablo / ese baño que aplasta y que no estruja. / ¡Toma! Cuando arrempuja / la señora Quiteria, / me la revienta y saca la materia.

Queda claro que no es incompatible ni excluyente el talento para las historias infantiles con el ingenio erótico-festivo. Quedan emplazados para más sorpresas en el próximo tramo de este recorrido.

CDR    

viernes, 1 de febrero de 2013

SER UNO MISMO

Este primer día de febrero me ha dado por pensar en cuánto nos afecta que nos critiquen y cuánto nos complace que nos elogien. Visto así, parece lo más lógico. A todos nos gusta que nos regalen los oídos, mientras que nos duele no agradar a los demás. Sin embargo, si profundizamos en este hecho, veremos que no tiene la más mínima importancia, pues ni somos peores porque nos insulten, ni somos mejores porque nos alaben. Simplemente, somos lo que somos. Por tanto, ¿qué sentido tiene preocuparse de lo que piensen de uno?

Por el contrario, deberíamos fijarnos como objetivo ser la mejor persona que podamos ser, y sentirnos satisfechos con ello. Ser uno mismo, en definitiva, respetando a los demás y sus diferentes personalidades, opiniones y posturas. Agradar a todos es imposible, igual que a nosotros no todas las personas nos interesan, por un motivo o por otro. A lo largo de la vida vamos escogiendo a aquellas con quienes tenemos afinidades para compartir nuestro tiempo con ellas y andar el camino juntos. Los seres humanos no somos islas, pero tampoco somos (ni lo necesitamos) esponjas que todo lo absorben o imanes que todo lo atraen. Somos selectivos y eso no es malo, siempre, como he dicho, con el respeto y la tolerancia por delante.

Que otros no sean tolerantes a nosotros no debe importarnos, porque no es excusa el mal comportamiento de los demás para relajar el nuestro. Los pequeños gestos de cada uno son los que al final consiguen los grandes cambios generales.

Y, en último caso, si nos sigue afectando que nos vituperen, podemos aferrarnos a la siguiente afirmación de Churchill: "Quien habla mal de mí a mis espaldas mi culo contempla."

Repítase como si fuera un mantra en caso de extrema necesidad.

CDR