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jueves, 17 de septiembre de 2015

ESPINAS

En esta medianoche de septiembre he abierto un libro antes de acostarme. Ha sido algo casual, ojear un libro ordenado junto con otros encima del mueble del dormitorio. Y he encontrado este cuento de Jorge Bucay que a continuación reproduzco:

"En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas...

Había una vez...
Un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.

Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas, las dos, entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún salió del agua...

Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...

Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...

Y así vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre, a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.

En la orilla encontró que su ropa ya no estaba.

Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza."

Y justo este cuento, en este justo momento, me ha parecido estar escrito para mí.

Además, al cuento acompaña una ilustración muy sencilla, en blanco y negro, de una flor algo mustia que enseguida me ha hecho pensar en espinas.

No haré ahora una entrada de pequeñeces con las diferentes acepciones de la palabra, me refiero a espinas clavadas, heridas de vida.

Pero ha sido solo un momento, cuando cierre este texto se me habrá pasado. La furia hace tiempo desapareció, siempre quedará la tristeza, agazapada, pero sobre todo, mucha felicidad, que aunque no aparece en este cuento, afortunadamente también es protagonista en la historia de la vida.

CDR